Los edificios visionarios como la sede de Apple, con forma de anillo, en Apple Park en California, o The Gherkin (St Mary Axe, 30) en Londres, impresionan con su arquitectura neofuturística. Una presencia imponente acentúa la confianza en sí mismas y la imagen de progreso de las empresas. Pero en un «smart building», el núcleo innovador se encuentra en el interior.
Las tecnologías de la información y la comunicación modernas son esenciales; palabra clave, digitalización: Impresora a color, cafetera, luz y calefactores... cada vez más se pueden manejar con el smartphone o la tableta. Lo que se da por sentado en el día a día doméstico, cada vez se introduce más en la rutina de la oficina. Para los nativos digitales, una «oficina digitalizada» tiene mucha relevancia y puede influir sobre la elección del empleador.
La rutina inteligente de una oficina comienza ya en la entrada. Al entrar al edificio, el sistema de acceso se abre automáticamente, sin la necesidad de verificar una tarjeta ni escanear la huella dactilar, e inmediatamente llama al ascensor para llevarle directamente a su piso. Su oficina le espera. El ordenador se pone en marcha, el termostato se regula en una temperatura agradable y hay café recién hecho, todo por arte de magia. ¿Se trata de ciencia ficción?
La mayor prioridad en el control de acceso sigue siendo la seguridad de los trabajadores y los huéspedes. Con el proceso de check in automatizado, se puede hacer un seguimiento preciso de las personas que se encuentran en el edificio. Además, este tipo de sistemas evitan el acceso de personas no autorizadas y minimizan una fuente potencial de riesgo.
Los edificios del futuro ya existen, pero solo en un número reducido. No obstante, gracias a las continuas innovaciones y modificaciones, pronto serán cada vez más las personas que lleguen a una oficina perfectamente climatizada y con el aroma de un latte macchiato recién hecho.